El paisaje cada vez tiene mayor
importancia cuando hablamos del desarrollo rural, es una variable más que
debemos poner en valor como elemento en su doble vertiente, económica y
ecológica. El espacio deja de tener sólo consideración como aquel espacio
productivo en el que la población de forma tradicional mantenía su forma de
vida. Ahora, otra faceta como la accesibilidad al entorno natural se nos
muestra, es la huida hacia el campo.
Zonas periurbanas en las que se
desarrollan procesos de contraurbanización y suburbanos, soportan procesos
especulativos pero a la vez se muestran como los más dinámicos de Galicia. La
contraurbanización es una forma de urbanización opuesta a la tradicional, donde
las pequeñas ciudades o pueblos crecen a un ritmo mayor que el de las ciudades.
Las regiones periféricas pasan por un nuevo modelo de crecimiento demográfico
ligado a los cambios sociales, económicos y culturales. La contraurbanización
ha contribuido al declive urbano a favor de un renacimiento de las áreas
rurales remotas y el de la suburbanización en áreas rurales próximas a las
ciudades; ambas formas están relacionadas con las nuevas formas de urbanización
más dispersas. Hay una inversión de los
flujos migratorios, ahora la huida es de la ciudad al campo, a diferencia con
lo que ha ocurrido durante muchas décadas. A estos cambios ha contribuido la
universalización de los medios de comunicación y de transporte. La
generalización del acceso y el abaratamiento de las telecomunicaciones han
acercado el campo, el rural, a la ciudad. La mejora de infraestructuras de
transporte y la facilidad de desplazamiento que supuso el tener coche propio,
han contribuido a este cambio de tendencia.
Las nuevas delimitaciones
territoriales supondrían cambios de poder que se notarían más en los ayuntamientos
de haber triunfado la comarcalización. El fracaso del modelo de comarca como Ente
intermedio entre la provincia y los ayuntamientos fue desde su parto, al no
disponer de entidad jurídica propia y no ser autónomo administrativa y
financieramente, una muerte anunciada. Tras un nacimiento donde la criatura no
se sabía si era niño, niña, o mascota, acabó en las fundaciones comarcales, que
sin un papel definido y cuestionadas en cuanto a su utilidad y medios, parecen
no ser más que devoradoras de recursos escasos que pueden ser destinados a
fines alternativos de mayor provecho social y económico.
El crecimiento demográfico, junto
a las actividades de la población, son claramente condicionantes de la utilidad
que se le da al territorio. Galicia como ciudad abierta, desconcentrada, con
núcleos urbanos complementarios y a la vez jerarquizados en un medio natural
como el que disfrutamos, acabó conformando a nuestra comunidad como si fuese
una ciudad jardín, salpicada por espacios abiertos de vegetación natural, estos
entornos naturales que agrupan alrededor de 50.000 habitantes se han vertebrado
como una continuidad de ciudades en red, en la que las distancias y la
orografía se salva por las “nuevas comunicaciones” e infraestructuras. Son
normales las relaciones de complementariedad al igual que ese flujo inverso
protagonizado por urbanitas.
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